jueves, 5 de noviembre de 2009

Don Jaime


Éste señor es Don Jaime. Lo conocí hoy en la tarde en el metro cuando venía de vuelta a mi casa.

Don Jaime tiene 87 años de edad y ha vivido toda su vida en los campos de Paine. Un hombre del campo, como tanto decía él.
Ahora que lo pienso, puede que su cuerpo tenga 87... pero su mente tendría 55 y su corazón es muy joven, lleno de alegrías y sueños.

Hoy, como muy pocas veces en su vida, vino a Santiago. Según entendí, vino por algo de su padre... según creo, el aniversario de fallecimiento.

Él se ubica de todos modos en Santiago, pero lo recorre caminando. Hoy, quizás por qué razón (quizás porque ya era algo tarde) decide tomar el metro en Tobalaba. Creo que venía de visitar su hermano.

Su hermano mayor -por muy poco tiempo, según decía- se llama Adolfo. Es arquitecto.
A Don Jaime le da vergüenza ir a la casa de su hermano, pues la asemeja a una gran mansión.
De todos modos, me contó que su hermano Adolfo lo cuida y quiere mucho; siempre que le visita le deja unas cajas llenas de mercadería y algo de dinero para apoyarlo en su diario vivir.

A él le gusta su diario vivir, aunque le fascina la ciudad.

Como hombre de campo hace todo con sus manos.
Le encanta montar a caballo y caminar.
También le encanta comer porotos.

Además le gusta cazar. Lo hace con las manos, me comentó.
Le gusta salir a atrapar aves, conejos y ranas, además de peces. Obviamente, no es literalmente
con las manos, sino con algunos artilugios simples, como redes para los peces o hilos para las ranas.

Incluso le enseña a los niños de su familia la vida de campo.

Pero ahora, agregó, es triste estar en su hogar.
Es viudo de hace 15 días y está solo en casa.

...

Espero que haya llegado a su destino sin novedad mientras publico esto...

...

Don Jaime se dirigía hacia Avenida Pajaritos para dirigirse a Avenida Francia.
Incluso le ofrecí que viera indicaciones, preguntase gente, viajara en micro... pero me susurró al oído que no sabía leer (por ende, creo que tampoco escribir...) y que temía mucho perderse por ello.

Incluso pidiendo por favor que lo dejase ubicarse como tanto le gusta -caminando-, me pidió que le dijese por última vez dónde se encontraba la Escuela de Investigaciones.
Me dio todas las bendiciones que se le pudieron haber ocurrido.

Gran corazón el de este humilde hombre de campo.
Sintiéndose tan agradecido por la ayuda brindada... cuando la gente de Stgo con suerte sabe decir gracias.

No me creo merecedor de tan hermosas bendiciones...
Hermosas, hermosísimas... pues, aún diciendo "Dios lo bendiga...", es su gran corazón el que me bendice.

...no me siendo merecedor de ello...