lunes, 21 de mayo de 2012

Lo que siento hoy

He estado con esta sensación por los últimos dos meses. Más allá de sentirme un zángano por no generar dinero tanto para mis necesidades como para mis deseos, entre los cuales se encuentra dejar de lado la convivencia directa con mis padres por ya bastante difícil soportar ciertas cosas cotidianamente, está una profunda tiniebla y nostalgia altamente confundible con añoranza. Mis sueños tocan constantemente la puerta de mi mente y corazón, trayendo imágenes que creí haber dejado atrás, especialmente al plasmarlas en la escritura de Crimson.

El normalmente imperceptible aroma del destino y las caricias cada vez más tristes del viento me dan ese extraño temor y, a su vez, calida esperanza. Sin embargo, más allá de las videncias que pudiera tener, lo que me da más miedo es no tener tiempo a futuro por mi vida laboral. Ahora estoy estudiando para ser contador auditor, y ya me dejaron muy en claro cuál será mi pega y cuánto tiempo tendré que poner de mi vida a ese trabajo.

Aún quiero hacer demasiadas cosas, aún quiero vivir demasiadas cosas. Folken me dijo que me enseñaría a pintar como corresponde en óleo, por lo que quiero pintar cuadros; si definitivamente vivo en este mundo, quiero mandar a hacer mi equipamiento y, además, tener un hogar hermoso y tranquilo, cálido y que pueda llenar mi tormentoso interior.

De cualquier manera, muchas veces siento que tengo una acumulación muy grande de energía espiritual y que no he podido manejarla para darle un poco de flujo. Eso en algunos casos es frustrante, pues me traen la necesidad de pasar por momentos cotidianamente adrenalínicos, llámese rabia, para dar una salida rápida y casi explosiva de ésta. En otros es un poco molesto y me trae un pequeño lamento, como cuando quiero calentar mis manos que ya están algo congeladas, tal y como lo hacía hace siete años.

Sin embargo, lo que más estoy necesitando, y soy altamente conciente de ello, es un espacio por el cual caminar tranquilamente, sentir la naturaleza y comunicarme con el viento. En Maipú ya no puedo hacerlo: se ha vuelto muy flaite y, por ende, un tanto peligroso; estaría mucho más enrabiado que tranquilo. En Las Condes… bueno, es imposible: es pura ciudad, vale decir, miles de edificios y unos poquitos árboles, y el parque no me vale porque hay demasiada gente y en realidad es poco lo que es realmente verde.

Tengo buenas notas en mis estudios, pero eso no me llena. Mi rutina es lo menos accidentada desde hace varios años, pero eso no me tranquiliza. Mis sueños terrenales parecen demasiado hermosos, pero eso no me calma ni me llena. ¿Qué me queda realmente?

A veces quisiera realmente tener esa pequeña pero altamente significativa señal…