Éste es el momento que he estado intentando evitar todos
estos años, ese momento en que sientes que tus fortalezas éticas, más allá de
modificarse y alejarse totalmente de la ética social, rompe algunos pilares
propios de ti. Ese momento en el que la vida misma te obliga a cuestionar parte
de tu ser y a sentirte frustrado por ello.
Y lo único que me queda por preguntarme ante la situación
que ahonda en mi mente es: ¿tengo tanto afecto que se lo puedo entregar a más
de una persona sin disminuirlo? ¿Puedo llegar a ese nivel de entrega y
necesidad de afecto? ¿O no es más que un capricho respaldado por mis bajos
instintos y la soledad que paso diariamente?
Y cuando veo ojos y sonrisas, respaldados por una imagen
y esa inodora esencia que son las feromonas, siento una mezcla horrible de gusto
y miedo… como si no bastara con que los pensamientos respecto a mi persona afloran
con más fuerza de lo normal, remarcando rotundamente que soy demasiado tímido,
cobarde y horrible, tanto física como espiritualmente.
Y como la vida nunca deja de trolearme, me llena de
momentos inspiradores que, a los pocos minutos, se cierran a sí mismas, dándote
un portazo en la cara. Claramente, tanto por mi forma de ser, temeroso e
incapaz, como por los imposibles que llenan mi día a día, jamás podré responder
mis interrogantes, mucho menos lograr tantear supuestos para sus respuestas… y,
para variar, me deprimo sólo un poco por la constante frustración que significa
mi vida.