viernes, 15 de marzo de 2013

Mi verdad

La única forma de iniciar este post es explicando lo que me pasó anoche. Volví con toda la alegría de haber cumplido una meta levemente ambiciosa de mi entrenamiento y recuperación física, andar en bicicleta un trayecto levemente extenso y subiendo la leve pendiente que caracteriza a la ciudad de Santiago.

Tras contárselo a mi padre, y fuera que me percaté de que ni se inmutó, le dije que había que pagar mis estudios. Esto siempre lo hago con cierto recelo debido a que él demuestra su verdadera naturaleza: un ser preocupado por el dinero, llegando a ser en ocasiones tacaño y un tanto avaro. Yo, a diferencia de casi la totalidad de la humanidad que vive en nuestra “civilización”, no tengo la necesidad del dinero, menos la de comprar cosas.

La cosa es que salió el tema de siempre: yo debo generar dinero. Claro, insistió en el tema de que buscara un trabajo part-time, obviando que yo estoy felizmente trabajando como diseñador, dibujante e incluso ilustrador/animador para una pequeña empresa española de videojuegos, Timeless Entertainment Studios, como si ese trabajo no existiera o fuera una tontería mía (cero apoyo en ese sentido).

La cosa es que le pregunté por qué la insistencia… y no esperé que, como lo hizo infinitas veces mientras yo estaba en el Instituto Nacional, me comparó; sin embargo, esta vez no me comparó con mis hermanos mayores, que los tiene en un panteón para ellos solos, sino que me comparó con él mismo: con que él a los 15 años ya estaba trabajando, y a los 23 tenía dos hijos y pagaba una casa.

Como si fuera poco, yo sé que le sigue molestando mis calificaciones durante el Nacional (por ellas no entré a la universidad de chile con una carrera tradicional) y que no quisiera permanecer dentro de la Fuerza Aérea (pues no entiende que prioricé mi libertad antes que los beneficios y el dinero). Yo sé que soy una carga y una molestia, que considera que hay algo malo en mí…

Sin embargo, al percatarme de esas comparaciones, hechas con cierta insistencia y obligación, me percaté que él simplemente quiere que genere MUCHO dinero y que, en cierto modo, sea un clon suyo… que viva para el trabajo y llegue lejos económicamente. Infelicidad directa al corazón.

Claro, me dice “el trabajo no indignifica a nadie, por el contrario”, pero lo dice con un oculto remordimiento, un muy profundo pensamiento de “eres indigno por no trabajar” que me costó mucho leer en sus ojos.

Por supuesto que esto no deja de ser algo rutinario con nuevos sazones entre medio… pero lo que dejó detrás fue lo que realmente me dolió. La comparación, obligación, la pérdida del concepto real de “libertad”. Además, lo que también me dolió mucho fue que dijo “recuerda que yo siempre he estado aquí, apoyándote y acompañándote”, pero… haciendo memoria… ¿realmente me ha apoyado y acompañado tanto como dice?

La verdad es que ha sido todo lo posible, mientras no se involucre algún valor monetario entre medio. Si le quiero pedir algo, me apoyará 100% siempre y cuando no haya dinero involucrado, tal y como pasa con mis estudios: me “apoya” sólo porque es su obligación como padre y apoderado según acuerdo de divorcio.

No creí que volvería a florecer con tanta fuerza y violencia el profundo sentimiento de la soledad y abandono. Aparte, poniendo atención a mi rutina educacional hoy, me percaté que simplemente vivo lo mismo que he vivido toda mi vida: soledad y aislamiento.

Claro, me llevo bien con varios compañeros, pero siempre se van con su grupito. Me ha pasado toda mi vida escolar y universitaria, incluso dentro del servicio militar. Incluso teniendo contacto con quienes creo que quieren comunicarse conmigo, no me dicen absolutamente nada, y yo, al menos, no tengo porque recordarles todo el tiempo que existo…

En básica era mucho más fuerte, y por eso adquirí mucho rencor contra ese periodo de mi vida y sus recuerdos. En el Instituto Nacional incluyó lo ahora denominado “bullying” hasta que casi mato a uno de mis compañeros porque ya no lo soportaba más. En la educación superior simplemente trato de llevarme bien con todos, sin importar que después me quede solo en un rincón.

El único periodo de mi vida en el que no sentí todo esto y que, milagrosamente, sentí algo de libertad, fueron los dos últimos años del Instituto Nacional, donde conocí buenos amigos y un curso excelente, donde todos nos llevamos bien y nos comunicamos bastante… o al menos eso hacíamos.

La única verdad que tengo en mi vida es que siempre tendré esta soledad y abandono en mi alma. La única verdad que tengo es que la libertad como tal no existe, y que las únicas necesidades de mi vida son amar, soñar, crear y filosofar… pero, por sobre todo, anhelo libertad, y su inexistencia duele.

La verdad es que… si muero, sólo habrá un pequeño puñado de personas a mi lado…

viernes, 8 de marzo de 2013

Otro año con mi padre


Bueno. Comenzó nuevamente el periodo estudiantil y, con él, volví al departamento de mi padre. Por un lado, me gusta estar con él (porque nuestra comunicación es súper baja), pero por otro lo detesto.

Partiendo, cometí el asombroso error de contarle respecto a mi trabajo como ilustrador para Timeless Entertainment Studios. Aún no le entra en la cabeza que la empresa es nueva, que la remuneración para todos se basa en utilidades tras el lanzamiento de algún juego, y que no recibir dinero es igual para todos los que participan en este trabajo.

“¿Cuándo te pagan? ¿Cuánto te pagarán? ¿Cómo te pagarán? ¿Y cómo te pagarán?” Son las preguntas que me hace cada vez que recuerda el tema. Yo, amablemente, debo tolerar, intentar explicar tanto la situación de la empresa como mi contrato (mil y un veces).

Fuera de ello, en una comida, el muy agradable se acordó de cuando estuve en la Escuela de Aviación como soldado estudiante. Insistió, para variar, en por qué no me quedé. No le entra en la cabeza que sopesé cosas para mí mucho más importantes que beneficios y sueldos. No soporta la idea de que no hice lo que él quería.

Y todo ello sin considerar que ya está relativamente molesto porque, debido a los requerimientos de mi trabajo, me tuvo que comprar un computador nuevo. Es decir, el hombre es jodidamente tacaño (porque él tiene muchas cosas caras y bonitas), cree que él está trabajando por mí, y además cree que yo debo hacer lo que él considera “bueno”.

Maldita sea, como si no bastara con los años de tener que tolerar que me comparara con mis hermanos mayores, que fueron los genios de la familia. Como si no bastara con que él, descaradamente, reclama por cosas que rayan en la hipocresía, jode por tonteras que no le incumben, casi me dice en la cara que mejor me mate trabajando para que él no tenga que pagar más por mis necesidades.

A veces le baja el amor, pero normalmente es tan desagradable…

Definitivamente… se me acabaron las vacaciones. Realmente quisiera tener el capital para vivir solo, tener mis cosas en orden y, quizás, llamarlo una vez a la semana y verlo unas pocas veces al mes.

A veces quisiera que mi familia hubiera aprendido la lección en las dos veces que casi me muero…