Tú realmente nunca lo comprendiste… cuál fue realmente mi
lucha, por qué hacía todo lo que hacía, cuál era realmente la finalidad a la
que apuntaba. Todo lo que nos decíamos parece tan en vano ahora, tan cercano a
la mentira, mientras me ahogo en mi propio vaso de lágrimas.
No importa cuánto me esfuerce o cuánto me sacrifique:
eres parte del troleo de la vida, chupándome Karma aunque ya no me quede nada…
y es que, tanto hoy como hace ocho años, no me queda nada. Las únicas
diferencias son la situación, la persona y el final.
¿Cómo no puedes entenderlo? ¿Tengo que demostrártelo con
mi sangre para que puedas siquiera vislumbrarlo o sentir la empatía que
necesito que sientas?
Para mí una pareja es aquel par de personas que se
relacionan en el sentido más íntimo de la afectividad, confiándose plenamente, creyendo
y teniendo fe absoluta en el otro, queriendo dar la vida y más por el otro, apoyándose
mutuamente y compartiendo lo bueno y lo malo del presente, pasado y futuro. Buscan
crecer juntos y mejorar para apuntar a un mejor futuro; buscan desarrollarse y
corregirse para apuntar a una mejor relación; buscan superar el pasado para
convertirse en mejores personas y, así, ser realmente la pareja que uno vio en
el otro y llevar una mejor relación.
Yo siempre luché solo, tanto con mis espectros del pasado
como con las bestias del presente, sin mencionar del terrible miedo a las
ilusiones del futuro. Siempre luché solo, sin importar que aparecieras en mi
vida… y tú tienes tantas luchas que hacer, y tienes tanto miedo en llevarlas.
¿Por qué no dejas que te ayude?
Pero parece que la crueldad siempre será algo que debo
cargar en mis hombros y nuca. No importa cuántas veces debo destrozarme e
intentar rearmarme, tú no me ayudarás, sino que me exigirás destrozarme aún
más, y más encima tendrás el descaro de mirarme a los ojos y recriminarme por
querer ayudarte con tus problemas, aunque estos duelan.
Y ahora, sin más, me muestras lo que en verdad piensas de
mí, lo que en verdad crees de lo que soy y a lo que apunto… y digo “¡no puedes estar más equivocada!”,
pero, para variar… no hay quien me escuche o, siquiera, quiera escucharme.
Nunca había hablado tanto al vacío como hoy, pues los años me hacían creer que,
cuando te hablaba, poco a poco era hablar más con una persona que con una
pared.
Ya no me queda ni fe ni vida. Todo lo que pudiera habérseme
arrebatado ya se lo llevaron, y sólo mi mente queda en su lugar, mofándose y
torturándome con recuerdos y susurros, como siempre lo ha hecho. ¿Para qué
sirve siquiera vivir, si toda tu vida ha sido un error y un fracaso?
Toda mi vida ha sido una lucha constante. Lucha por
relacionarme con los demás, lucha por aguantar las torturas de mi familia,
lucha por soportar el matonaje de mis compañeros de básica y media, lucha por
mantenerme en pie cada día, lucha por querer amor, lucha por intentar siquiera
sobrellevar el tormento de mi pasado a cada segundo. Lo peor es que siempre,
sin importar el tipo de lucha, parece que gano unas pequeñas sobras, migajas de
algo que tengo que luchar por intentar reconstruir para convertirlo en algo
semejante a un trofeo.
Estoy cansado de luchar. En mi vida, no existe victoria,
ni mucho menos un verdadero reconocimiento. Quienes son mis “amigos”, casi
todos no están allí. La tortura y el matonaje son un recuerdo vívido en mi
cabeza, alimentando siempre el tormento. Mantenerme en pie cada vez es más
imposible, mientras el amor parece más ficticio y lejano, una utopía que no es
para mí. No soy merecedor de nada.
¿Por qué carajo hay que luchar tanto? Hay miles de
imbéciles que no mueven un mísero dedo y parece que ganaran el mundo. ¿Por qué
hay que esforzarse tanto? Hay tantos que debieran ser juzgados y no son
merecedores de nada… pero que parece que merecen todo lo que tú en verdad no.
Tantos malditos hijos de puta a los que la vida se les da en bandeja de palta y
nos quitan nuestros sueños…
Estoy cansado de luchar. Me demostraste que no eres mi
pareja, o al menos no compartes casi nada de la visión que tengo, por lo que
nunca caminaste realmente conmigo. Estoy cansado de luchar. Cada vez parece que
recibo menos migajas. Estoy cansado de luchar. Cada vez me queda menos vida,
corazón y alma por sacrificar.
Yo siempre soñé con esa persona ideal, y ello me llevó a
cometer miles de errores y chiquilladas. Pasó un tiempo en que sentí que lo
tenía, pero ahora siento que ya no tengo nada.
Ya no quiero luchar.