domingo, 24 de junio de 2007

Un Pequeño Cuento...

"Un Pequeño Cuento" ©
Hecho por mí el 17 de Octubre del 2005

Había una vez un joven príncipe, proveniente de un reino muy lejano.
Era simplemente un muchacho, soñador como pocos hay, y talentoso como otros.
Le encantaba viajar y estar junto a la Naturaleza, siempre bajo un árbol o frente a la brisa del viento.
Sus padres eran muy cariñosos. Eran muy buenos reyes y cuidaban bien de su pueblo.

Pero el tiempo pasó...y tuvo un hermanito menor.
El joven príncipe creció y se volvió todo un joven, lleno de sueños y aspiraciones.
Se dio cuenta que, a medida que crecía y pasaba el tiempo, sus padres iban volviéndose algo más fríos.

-Él no querría hacer esas clases de cosas - escuchaba. - A él no le gusta tales cosas.
-Por eso esperamos que tú, nuestro pequeño hijo, seas mucho más capaz que él.
-No caigas en los errores que él cae...después de todo, aún es muy bueno.
-Pero aún así...él quiere hacer lo que esté en sus sueños y en su corazón...o eso dice.
-¿Entiendes a qué se refiere?
-Ni idea.

Entonces se dio cuenta...sus padres no lo comprenden.
Con el paso del tiempo, mientras más aumentaba la frialdad de sus padres hacia él, más creía que en realidad era una carga para ellos.

"No quiero ser una carga...pero no sé qué hacer" - pensaba.

Pero entonces...le llegó una única idea: se iría y jamás volvería.
Entonces, en una noche de Luna Llena, esperó a que todos se quedaran dormidos y se vistió con unas ropas algo simples, que no mostraban su estado como príncipe. Caminó descalzo por el castillo, para no hacer ruido y, una vez afuera, se puso unos botines de viajero.
Pasó ligeramente por los terrenos para que nadie se diera cuenta de su presencia.
Se dejó llevar por el brillo de la Luna Llena...hasta que halló un bosque en el cuál poder dormir.
Era un bosque que jamás había visto, en especial porque nunca salió de las tierras de su reino.
Era un bosque lleno de diversos árboles; algo oscuro, pero a la vez muy brillante.

Caminó durante un tiempo, hasta que se encontró con lo que parecían Elfos.
Altos y jóvenes elfos, llenos de vitalidad y con unos ojos brillantes como la misma Luna Llena.

-¿Somos los guardianes de estos bosques...Quién sois vos? - dijo uno.
-Soy un joven viajero, proveniente de tierras muy lejanas - dijo, tímidamente. - Estoy buscando un lugar en dónde pasar el resto de la noche y descansar.
-Mmm...Ven, consultaremos qué hacer con los Altos - dijo otro.

Caminaron entre el espeso bosque hasta un lugar muy extraño: era como una ciudad entre árboles.
Las casas estaban construidas entre y sobre los árboles, a la vez que estos los envolvían. Esta ciudad tenía sus murallas y sus pasillos, como cualquier ciudad.
Dos Elfos, un hombre y una mujer, los cuales se podían distinguir fácilmente por sus ropas y sus coronillas, se acercaron a mí con una leve sonrisa.

-Su Majestad - dijo uno de los guardias. - Este joven dice ser un viajero en busca de un lugar de descanso.
-Pues así veo - dijo la Alta Elfa. - No creo que venga con malas intenciones, ¿verdad? - dijo, mirando al príncipe hacia los ojos.
-Así es, su Majestad. He viajado de tierras muy lejanas toda la noche y quisiera descansar un poco.
-No veo problema - dijo el Alto Elfo. - Descansad donde plazcáis.

Así, el príncipe dio sus debidas gracias y se acostó cerca de una fuente que había al centro de la ciudad.
Pasó la noche tranquilamente, hasta que un sonido lo despertó de repente. Era una jovencita...debía tener su edad aproximadamente.
Era hermosa, y el dorado amanecer resaltaba su belleza.
El príncipe, maravillado, fue a ver qué estaba haciendo y la acompañó.
Rápidamente comenzaron a conocerse y a pasar un agradable momento juntos...pero llegó un momento en que él no soportaba el sueño y le pidió que la acompañara a dormir un poco.
Ella asintió contenta, pues también tenía algo de sueño...pero, al despertar, el príncipe se vio solo y quedó obligado a aceptar su soledad.
Se despidió agradecido de los Altos Elfos y siguió su camino.
Pero, antes de que saliera del bosque, llegó corriendo un mensajero.

-Esto es un regalo de su Majestad - le dijo. - Me ha dicho que ud sabrá cuando usarla debidamente.

Traía una espada del tamaño justo para que el joven la manejara.
El príncipe la desenvainó y la observó bien. Era muy ligera y de una forma muy fina, y su hoja brillaba con un tono azul que soltaba estrellas al moverse.
Agradeció como pudo, tomó la correa y se la puso en la espalda.

Pasó el tiempo y viajó bastante por los campos y bosques.
Se acostumbró mucho a la Paz de los paisajes al aire libre...pero aún así algo le hacía mal.

"Estos paisajes...esta vida...no la cambiaría por nada" - pensaba. - "Pero, aun así, no soporto la Soledad..."

Pero, un día extraño, llegó a un lago. Era un gran y cristalino lago, rodeado por unos cuantos árboles y una espesa neblina.
Se sentó cerca de la orilla del lago a descansar.
Cuando se estaba quedando dormido, sintió como si alguien se acercara a él y lo observara fijamente. Abrió los ojos y se encontró con unos ojos negros mirándolo fijamente.
Era una muchacha. Era un poco más joven que él, tenía los cabellos largos y negros, una falda negra y una sonrisa muy bella...pero extraña.
Ella se levantó y se puso a jugar, volvió a acercarse a él y lo tomó de la mano para jugar con él.
Rápidamente el príncipe comenzó a ser atraído a ella por su alegría y su inocencia.
Pasó el tiempo, y cuando ya estaban cansados de jugar, el príncipe se acercó a ella y le preguntó:

-¿Sabes? Estoy en un viaje para encontrar un lugar tranquilo - le dijo. - ¿Querrías acompañarme?


La muchacha se levantó y corrió unos pasos más allá; se volteó y lo miró con una sonrisa juguetona.

-No, no quiero. No me interesa acompañarte, solo quería jugar.

El joven príncipe se sintió tan mal, porque hasta entonces no halló ninguna compañía, que pensó que su Destino era vivir eternamente solo.
Se despidió de ella, tratando de ocultar su tristeza, y se fue.

Pasaron meses caminando solo, entre bosques y ciudades, entre plantas y personas, pero no le dirigió palabra alguna ni mirada a lo que lo rodeaba. Solo veía su camino y las cosas que hacía, siempre con una mirada triste y perdida...
Había momentos en el que pensaba suicidarse, no podía soportar la idea de que tendría que vivir solo...hasta que finalmente se acostumbró al dolor, pero no así al pensamiento.

Pero, un día Predestinado, llegó al centro de un bosque muy hermoso, lleno de flores de todas clases y siempre calido por la Luz del Sol.
Caminó un poco y de repente vio a una angelita sentada bajo un árbol. Sus alas eran obscuras y se veía muy triste.

"Es muy hermosa...y su rostro parece representar mi edad" - pensó. - "Pero dudo mucho que alguna vez quisiera acompañarme."

Se acercó a la angelita y le preguntó por qué estaba triste.

-"Es que estoy muy sola...Y no soporto la frialdad que produce en mi corazón..."

Pero, cuando iba a comenzar a darle ánimos, llegó un Elfo...pero era extraño, tenía una apariencia algo obscura.
Entonces, ambos acompañaron a la angelita y le alegraron su día.
Pasaron juntos unos días, pero la angelita y el Elfo pasaban más y más juntos con el pasar del tiempo...hasta que ya era notorio: eran una pareja de enamorados.
El príncipe se sintió muy contento porque la angelita ya tenía compañía y sus alas volvían a tener su hermoso color blanco...pero también estaba muy triste porque sentía algo de celos al ver tal pareja y él aún solo como en un principio.

Una mañana, sin que se dieran cuenta, él se fue a caminar. Pasaron meses, y parecía que nadie se preocupó de él...pero...sin saber por qué, prefirió volver al bosque a ver como estaba la angelita.

Cuando llegó, la vio sola y aún más triste que la primera vez que la vio.

-¿Qué te pasó? - le preguntó. - ¿Por qué estás así?
-Es que mi novio no era lo que esperaba y decidimos separarnos - contestó. - Y la verdad es que, pese a que terminé odiándolo por su forma de ser, aún no puedo olvidarlo...y me duele.

El príncipe se sintió tan disgustado al darse cuenta de como defraudaron a aquella angelita, que corrió en busca del Elfo...pero ella le rogó que no la dejara sola.
Él, preocupado por aquella Dama que le había quitado el sueño por tanto tiempo, decidió quedarse a su lado y confortarla en lo que pudiera.

Así pasó el tiempo.

Construyó un lugar para que ambos vivieran y se conocieron hasta donde pudieron.
Tal era la compañía que se entregaban, que no dudaron en decirse los sentimientos que comenzaron a tener por el otro.
Pero, un día, el Elfo volvió. La angelita se puso muy triste porque quería solamente olvidarlo...pero no pudo.
Ella fue a conversar con él...dejando al príncipe en la cabaña.
El príncipe se sintió tan mal, tan atemorizado al pensar que ella solo estaba con él para esperar a ese Elfo...entonces, se dio cuenta:

"Los Elfos nunca son así" - pensó rápidamente. - "Entonces... ¿no es un Elfo?"

Algo impresionado, se acercó a la pareja.
Vio como su amada angelita estaba triste y como el "Elfo" la miraba con una mirada dulce muy forzada.
Se acercó por la espalda del "Elfo" y desenvainó su espada...y lo atacó.
Tal era la agilidad del agredido que salió con un leve corte por el costado...pero tal fue el dolor producido por la Espada, que mostró su verdadera imagen: la imagen de un vil y traicionero demonio.
Asustado, el demonio se fue.
Pero eso ya no le importaba al príncipe, fue a abrazar a su amada y a llevarla a la casa.
La pobre angelita se sentía tan mal por haberse "enamorado" de un ser así, que su espíritu se rompió por completo y quedó sin voluntad de existir.
Pasó muchas horas tratando de confortar a su amada angelita, tratando de demostrarle de que la amaba y que nunca se iría de su lado.
Entonces, llegó la noche. Una hermosa noche de Luna Llena que brillaba en todo el bosque.
Él finalmente recuperó los ánimos a su amada angelita...y no pudo resistir las ganas de demostrarle cuanto la amaba.

Entonces...ocurrió.
Tuvieron su primera noche de amor puro.

A la mañana siguiente, el príncipe despertó al lado de su amada. Se sentía tan feliz de verla así, durmiendo con una sonrisa tierna y dulce por la noche que tuvieron.
La despertó con un beso y ella, antes de abrir sus ojos, se apegó a él suavemente.
Pero, cuando lo vio se sorprendió demasiado.

-Ehm...mejor vete en el espejo - le dijo.

Y eso hizo...y casi se cae al verse con unas hermosas alas doradas a su espalda.
Miró a su amad y volvió a su cama con una gran sonrisa.

-Nunca nos separaremos...nunca más estaremos solos.

Y así fue. Nunca más se separaron y vivieron felices por toda la Eternidad.

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